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La percepción, la realidad y lo que creo que es y no es. ¿o sí?

 

Cuando me toca hablar sobre los conflictos humanos, existe un mecanismo que siempre menciono. Este mecanismo es el de la percepción individual, la realidad que vivimos y la capacidad de estar conscientes de nuestra percepción en el aquí y en el ahora. Me explico mejor desglosando sus conceptos en un lenguaje simple. La percepción es individual, es la forma en que recibimos y procesamos la información que obtenemos del mundo que nos rodea. Existen tantas percepciones como humanos en el mundo, porque es individual y pertenece a cada uno. Esta percepción es lo que "pensamos" de lo que vemos, sentimos, escuchamos, olemos o probamos. Es decir, es la recepción de inputs del mundo externo, procesado por cada uno de nosotros, de acuerdo a nuestra experiencia, nuestro pasado, educación, cultura y conceptos o creencias predeterminados en nuestro cerebro. La percepción que tiene UD. de este artículo puede variar de persona a persona. Esto sucede porque cada uno vive una realidad diferente y la realidad la construimos primero en nuestra mente, con nuestros pensamientos y la forma en que nos comunicamos con el mundo.

               La realidad está moldeada por las palabras que utilizamos para describirla. Es un conjunto de acciones llevadas a cabo a través de las formas en las que nos relacionamos y el cómo me perciben los demás y el cómo me percibo a mí mismo (a).

Imagine: UD. entra a un salón a recibir un curso y encuentra en el medio del salón una columna de sillas apiladas unas sobre otras, vasos plásticos sobre el piso sin patrón alguno y uno que otro lápiz que parecieran perdidos en el espacio. ¿Qué piensa UD. de ese escenario? ¿Qué sería lo primero que le viene a la mente? Algunos pensarán: "Qué desorden". Otros: "Aún están limpiando y el curso no ha comenzado". Tal vez UD. piense: "El facilitador quiere hacer una dinámica de entrada al curso". El hecho es que cada quien, basado en su percepción individual, llenará su cabeza de pensamientos creados con lo que "cree" que puede significar lo que ven sus ojos. Lo común de todo el grupo es que observan las mismas sillas, vasos y lápices, pero interpretadas de manera diferente basado en la realidad que cada uno vive en su día a día. Aquí proyectamos un poco sobre aquello a lo que nos hemos acostumbrado o es nuestra vida diaria.  El que pensó: "Qué desorden", podría ser que ve su mundo desordenado o siempre busca ordenarlo todo; "Aún están limpiando y el curso no ha comenzado”, puede que lo piense alguien enfocado siempre en lo limpio, lo pulcro o vive limpiando porque todo le da asco; "El facilitador quiere hacer una dinámica de entrada al curso", optimista, analítico, demasiado racional o tal vez piensa: “si yo fuera el facilitador haría eso o tal vez, lo haría diferente y mejor”.

Si nuestra percepción del mundo está construida en base a nuestras experiencias desarrollada por las relaciones humanas, desde que nacimos hasta nuestros días, entonces, la forma en la que nos comportamos re define en cada decisión nuestra realidad presente. El grito que me dieron en casa, el grito que devolví. La cara de pocos amigos en el trabajo, los pocos amigos que tengo. Lo que creo que piensan de mí versus lo que realmente piensan que nunca he corroborado. Asumir, creer, asegurar que sé lo que piensan o sienten los demás, “saber” cómo piensan otros, todo esto termina generando juicios, críticas, descalificaciones, altas o bajas expectativas de los otros y así, día a día, nuestra realidad se manifiesta triste, o alegre, o llena de miedos, indecisiones, angustias, celebraciones… La vida no es lo que sucede, es lo que tu crees que sucede. Cada uno vive en su metaverso, construyendo la realidad a través de la ficción de los pensamientos que se convierten en su realidad si insistimos en “asumir” que “sabemos” lo que les pasa a otros, sin preguntar, revisar, chequear cómo se siente, qué piensan… esto se llama empatía, colocarnos en los zapatos de los demás, dejar de pretender que lo sabemos todo y aceptar que no estamos en la piel de los demás.

               Te invito a realizar el ejercicio de preguntar antes de asumir, de chequear antes de asegurar y de evitar (en la medida de lo posible) de utilizar “yo nunca, jamás, siempre” o “tú nunca, jamás o siempre” … Ya que esas posturas absolutistas no existen y siempre van a trancar el juego de la comunicación humana. Seamos como el bambú, fuertes pero flexibles y recordemos lo que dijo el pintor francés Picabia: “Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección”.

Nuestra Salud Mental.

 

La Salud Mental ha estado mucho tiempo relacionada con la persona que tienes problemas serios, el enfermo, el loco, el paciente psiquiátrico. Cada vez más hemos creado mayor consciencia sobre lo que significa tener salud mental y nos hemos ido alejando del miedo que produce la idea de perderla. Todos, en algún momento de nuestras vidas, tendremos algún problema relacionado a la salud mental. O, ¿piensa Ud. que lanzar un vaso a la pared o patear una puerta por rabia no es una conducta que denota que se ha perdido la razón, la salud mental? Aunque sea transitorio o situacional, todos hemos perdido la cabeza, ya sea por amor, por ira, por un profundo dolor o tristeza. También podemos incluir enfermedades crónicas, accidentes, situaciones traumáticas, entre otras, que pueden afectar nuestra salud mental.


Pero, ¿qué es salud mental? Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), es “Un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Como concepto más simple y usado, es bienestar emocional, psíquico y social que permite llevar adelante los desafíos de la propia vida y de la comunidad en la que vivimos. En general, es estar conscientes de nosotros mismos, los demás y el espacio/tiempo en el que habitamos y siempre será importante mantenerla, promoverla y atenderla ya que de ella depende de nuestra capacidad de darnos cuentas de nuestro bien o mal estar y la armoniosa o destructiva forma de relacionarnos con otros, contribuyendo o destruyendo las posibilidades de mantener relaciones estables con los seres que son importantes en nuestra vida y en la comunidad donde convivimos.

          

Para mantener nuestra tan preciada salud mental es importante mantenernos conscientes de nosotros mismos, de nuestras emociones, del cómo nos sentimos, tener rutinas desde que comienza el día, tener y mantener amistades con las cuales disfrutar momentos de distensión. Compartir con familiares, tener una actividad productiva que nos genere sentido de ser útiles, conservar raíces que generen sentido de pertenencia, buscar espacios de diversión compartidos con otras personas o disfrutar de una soledad productiva (tiempo para meditar, descansar, desintoxicarse de lo digital). En la actualidad también es importante administrar el tiempo en las redes, en las pantallas, en el mundo digital y tener tiempo para conversar en la vida real, más que en la vida virtual. Otra forma de mantener nuestra salud mental es buscar ayuda cuando una situación rebasa nuestra capacidad de respuesta y resolver nuestros problemas a tiempo, antes de que éstos nos generen tanto malestar a través del tiempo que terminen enfermándonos y perdiendo nuestra salud mental. Hago especial mención a la automedicación (pepas para dormir, relajarse, la ansiedad, la depresión…). Ser responsables con nosotros es respetar a nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Busca ayuda con el profesional adecuado antes de ingerir lo que la vecina o el primo te recomiendan.


Existen muchos mitos sobre el tema: el psiquiatra o psicólogo es para locos, el que no quiere ir a trabajar porque dice que está deprimido lo que es, es un flojo, que muchos tratamientos generan adición y hacen más daño, que criar a los hijos a golpes hace que sean adultos correctos y no necesiten ayuda de este tipo, que el busca ayuda psiquiátrica o psicológica hay que temerle porque es el “loquito” de la familia o el grupo. Nada más alejado de la realidad. Todos estos “mitos” terminan siendo una demostración de ignorancia y perpetuación de falsas creencias que han inundado al colectivo en su memoria histórica. Es tiempo de actualizarnos y buscar respuestas en la gente preparada para responder a nuestras dudas.

          Mucho sucede que no logramos distinguir si alguna persona cercana está triste o está deprimida. Así como decimos que nuestra abuela está “chocha” por sus preocupaciones extremas y sus olvidos, y no buscamos la ayuda para detectar si es un déficit cognitivo del tipo Alzheimer (por ejemplo) o si esa persona triste está deprimida. La tristeza es una emoción natural producida por una sensación de pérdida, ya sea por un duelo (pérdida del trabajo, migración propia o de otro ser importante para nosotros, pérdida de un ser querido por muerte, pérdida de la salud, entre muchas otras causas). Cuando observamos que la persona pierde interés en aquello que le gustaba, pierde motivación, energía vital, cambia sus hábitos alimenticios, de sueño, deja de salir, compartir, llanto fácil e incluso ideas de muerte (“me gustaría dormir y no despertar nunca más”, “quisiera desaparecer y ya” …), entonces podríamos estar en presencia de una depresión y requerimos buscar ayuda. La mejor forma de evitar deprimirnos es mantener personas que nos quieren a nuestro alrededor, tener siempre un sueño, una meta, crear hábitos que nos motiven, rutinas que nos hagan sentir centrados y cuidar lo que pensamos porque a final de cuentas: ¡somos lo que pensamos!


Durante años hemos escuchado que existe un “segundo cerebro” y éste es el sistema digestivo. Hoy día la relación entre depresión y la nutrición se hace evidente en múltiples estudios como los del Instituto Flamenco para la Biotecnología. El Proyecto Flamenco de la Flora Intestinal ha estudiado cómo la ausencia de ciertas bacterias se relaciona con la depresión. La investigación sobre la conexión entre la microbiota y la salud mental es un campo emergente y fascinante. Se ha descubierto que el equilibrio de bacterias en nuestro intestino, conocido como microbiota, puede tener un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional.


La salud mental es el sistema que comanda al organismo. Nuestro pensamiento tiene el poder de modificar, no solo estados de ánimo, si no de la forma en que se relacionan nuestras células. Cuidar lo que comemos y lo que pensamos es ya una forma de proteger nuestra salud mental. A veces hay que hacer dietas, elegir mejores nutrientes o pensamientos o someternos a un DETOX de alimentos, sustancias, personas o situaciones. Puedes comenzar por poner límites y decirle NO a todo lo que te lastima. Si esto te cuesta, ¡estoy para ayudarte!